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Boletín de primavera, 2011


Ecos autobiográficos, Nagib Mahfuz:
 
DESEO
Con apenas siete años deseé la revolución.
Iba una mañana a la escuela custodiado por la criada. Caminaba como quien es conducido a la cárcel. Un cuaderno en mis manos y desánimo en mis ojos, en mi corazón nostalgia por el desorden y el tiempo frío mordiendo mis piernas casi desnudas debajo de los pantalones cortos. Encontramos la escuela cerrada mientras el conserje decía en voz alta:
- A causa de las manifestaciones hoy tampoco hay clase.
Me invadió una oleada de alegría que me transportó hasta la playa de la felicidad.
¡Y de todo corazón imploré a Dios que la revolución durase eternamente!
ELEGÍA
Tuvimos el primer encuentro con la muerte al fallecer mi abuela.
La muerte todavía era una novedad, no me era familiar, era como un transeúnte en el camino.
Por tradición yo sabía que era una prescripción inevitable y mi percepción real de ella era lejana, lejos del cielo terrenal. Así la muerte me arrebató mi tranquilidad y logró entrometerse de improviso entre nosotros hasta aquella habitación en la que se me habían contado los más hermosos cuentos.
Me vi pequeño como quien mira a un gigante, su respiración se reproducía en todas las habitaciones, cada persona la recordaba y la mencionaba.
Cansado de ser perseguido me refugié en mi cuarto para disfrutar de unos minutos de soledad y calma, cuando la puerta se abrió y entró la hermosa de larga y negra trenza, y susurró con ternura:
-No te quedes solo.
En mi interior estalló una agitación súbita atraída por la violencia y sedienta de locura. Cogí su mano y la atraje hasta mi pecho sacudido por la tristeza y el miedo.
 
La casa de un búho en Damasco, Gada Zamman (escritora libanesa). Bailar con los búhos, Beirut 2003:
Siempre recuerdo la primera manzana de la inocencia en mi casa de piedra en Damasco. Mi casa con sus piedras, la serpiente que respiraba en las sombras de la noche y suspiraba en secreto sin que sólo fuera oída por sus dos habitantes y por el corazón y el oído de las paredes. Recuerdo que las paredes de la casa sollozaron muchas noches mi partida de Damasco. Sólo ellas sabían que yo no volvería. Su voz era el llanto de la especie de los búhos.
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